
Justin Timberlake mintiendo
No podemos creerle a la película Red Social. Cuando se estrenó, Mark Zuckerberg dijo que la historia de amor con Erica Albright es inventada y que lo único real en la película son las poleras que usa Mark. Más allá de las razones que él nos dé, no podemos aceptar que un creador de aplicaciones computacionales sea tan inteligente, tan hábil para los negocios, tan simpático, tan exitoso con las mujeres, tan bonito, seguro de sí mismo y creativo como el Sean Parker de Justin Timberlake. Sabemos muy poco de esos nerds a los que les debemos tanto, pero no podemos aceptar que un representante de ellos sea Justin Timberlake. El mundo no funciona así. Nadie es tan perfecto. Quizá Justin lo sea, pero ya es demasiado que un hombre perfecto actúe de otro hombre perfecto (por eso es mejor verlo guitarreando una canción tonta en Inside Llewyn Davis, donde no hace de sí mismo). A lo mejor Sean Parker sea tan cool como lo muestra la película, pero eso no es verosímil y hace siglos Aristóteles descubrió que en la ficción “hay que preferir lo imposible verosímil a lo posible increíble” (Poética 1460a). Un programador computacional tiene que ser otra cosa.
Si algo nos han enseñado las películas de superhéroes, es que todo superpoder conlleva una gran debilidad. Superman vuela y mueve planetas, pero cuando hace de Clark es poco valorado por Lois, no tiene un súper sentido del humor y es alérgico a la kryptonita.
Dejando de lado esta reflexión que solo nos hará concluir que nadie es perfecto, volvamos a Zuckerberg. Él alegó que la película tergiversó sus motivaciones y las de Silicon Valley. Dijo que los creadores fueron incapaces de entender la idea de que algunas personas puedan construir algo solo porque les gusta construir cosas, sin aspirar a conseguir aceptación social, poder o mujeres. Hasta aquí hemos presentado tres críticas a Red social: que tiene personajes inventados (falta a la verdad), que un personaje es demasiado perfecto (falta a la verosimilitud) y que las motivaciones de ellos son inventadas (falta a la verdad). Todo esto y mucho más es resuelto a la perfección en la última comedia de HBO: Silicon Valley. La serie evita críticas como las de Zuckerberg definiéndose desde el principio como ficción. No promete la verdad ni basarse en ella sino como parodia, algo que puede verse en este tremendo afiche, burla de una famosa foto de Steve Jobs, encabezado por una frase brillante: “Donde todos quieren ser un icono”. La frase juega con el doble significado de icono: es los dibujitos para aplicaciones de celulares, y un sinónimo de famoso. Pero la frase también dice que todos quieren ser un icono. Por eso el afiche. Todos, un grupo de gente, quieren ser como Steve Jobs, sin ser Steve Jobs. Borges comentó el 18 de junio de 1956 a Bioy Casares que “el Poe de esta época, o el Dostoievski de esta época, if any, no son escritores que imitan o se parecen a Poe y a Dostoievski. Tendrán que ser escritores originales y extraordinarios, no facsímiles de nadie”. Por eso es gracioso que Erlich Bachman de vez en cuando se vista como Steve Jobs.
Los temas de hoy
Alain de Botton dijo en una charla de TED que nadie envidia actualmente a la Reina de Inglaterra, a pesar de todo el dinero y la gran casa que tiene. La explicación está en que esa mujer es demasiado rara. Nadie puede relacionarse con ella, es demasiado diferente, y por eso no la envidiamos. Mientras más cercanas estén dos personas, más probable es que se envidien. Y ese es un problema de nuestra sociedad actual: estamos demasiado cerca, hemos abolido el sistema de castas, todos pueden alcanzar lo que se propongan, o al menos eso es lo que nos dicen. “Actualmente es tan improbable que consigas la fama y la riqueza de Bill Gates como en el siglo XVII era improbable que accedieras a la jerarquía de la aristocracia francesa. El punto es que no se siente así. Se nos hace sentir, por revistas y otros medios de comunicación, que si tienes la energía, unas cuantas ideas brillantes sobre tecnología y un garaje, tú también podrías empezar algo grande”, dice De Botton en la misma charla. Este problema de nuestra sociedad actual es el que viven los personajes de Silicon Valley desde la primera escena. Y para ellos es injusto porque han desarrollado ideas tecnológicas, les han dedicado energía y viven en una casa que funciona como el mítico garage de HP o el de Steve Jobs, un espacio sin padres, dedicado exclusivamente a innovar con máquinas. Todo es injusto hasta que un par de inversionistas descubren la idea de Richard, el flaco del centro en la última foto, y se pelean por comprarla. Richard consigue mucho dinero por su algoritmo para comprimir archivos de música y descubre que no basta con la energía y la buena idea para triunfar con su proyecto. Tiene que aprender a hacer negocios, tomar decisiones, tener reuniones con abogados y hablar en público, todo lo que no hacía cuando solo era un programador fracasado. Se vuelve un emprendedor, que es el otro gran tema de la serie. El mismo Alain de Botton escribió el 2011 en la revista Wired que los “emprendedores como Steve Jobs son los héroes de la modernidad”. Y lo dijo en julio, meses antes de que la admiración por Steve Jobs aumentara aún más con su muerte y su biografía. ¿Qué es un emprendedor? Aunque ya lo sepan, responderé mi pregunta con una cita al economista Joseph A. Schumpeter, que en un artículo de 1947 afirmó que la característica fundamental del emprendedor “es simplemente hacer nuevas cosas o hacer cosas que ya se estaban haciendo pero de una nueva manera (innovación). Naturalmente, y esto es una ventaja, una definición así no nos dibuja un límite claro entre lo que es y no es ‘emprender’. Considerando que en la vida real no existen límites claros, sí nos entrega una idea general bastante buena de ellos. Debe observarse que la ‘nueva cosa’ no necesita ser espectacular o de una importancia histórica. No necesita ser el acero Bessemer o el motor de explosión. Puede ser la salchicha Deerfoot” (223). Según De Botton, los emprendedores son heroicos porque proponen soluciones para problemas que ni siquiera habíamos notado, porque están atentos a lo que pueda faltarnos. Imaginemos un mundo sin salchichas: platos solos con arroz o puré, hotdogs vegetarianos, asados donde toda la carne requiere de un cuchillo… Hasta que un buen día un a un emprendedor se le ocurre vendernos esas salchichas Deerfoot que los economistas respetaban en 1947. ¿Mejora nuestra vida? Claro que sí. Por eso los periódicos dedican tanto espacio a los emprendedores, esos jóvenes que logran miles de descargas, visitas o ventas en sus aplicaciones, sitios web y productos innovadores. Y por eso nos interesa conocer a los emprendedores informáticos de Silicon Valley.
Entretención
Como tantas veces que uno quiere convencer a alguien de que vea una serie, una película o lea un libro, hasta aquí he inventado una argumentación falsa. Todo lo anterior se sostiene, existe y fue escrito porque la serie es muy entretenida, sus guiones son perfectos, sus situaciones incómodas son muy graciosas y todo se ve muy bonito en la alta definición de HBO. Me refiero a que primero disfruté la serie y después se me ocurrió compararla con Red Social, que nunca he visto entera, o la idea de que aquí se muestran algunos temas relevantes del mundo contemporáneo. Lo de los emprendedores lo vi desde el primer capítulo, aunque es posible que eso no sea interesante en sí mismo y que haya algo más universal: niños que de pronto deben comportarse como adultos, gamers que repentinamente deben jugar el juego de la vida (perdón, pero así me salen las imágenes cuando se me acaban los argumentos para defender una buena serie). Un ejemplo de ese cambio repentino, y aquí termino, se ve en el cuarto episodio, donde Richard tiene que explicar con palabras bonitas ante un inversionista en qué consiste su proyecto. Obviamente, no sabe hacerlo, pero su manera de expresar esa dificultad es una obra de arte: ¿Sabrá Richard exactamente hacia dónde va su proyecto? ¿Logrará comunicarlo? ¿Qué responderá el inversionista desde el otro lado de la mesa? ¿Y qué pasará cuando tenga que exponer lo mismo a miles de personas en una convención de emprendedores? ¿Por qué hago preguntas como las que hacían los radioteatros antes de terminar? Porque esta historia no puede terminar aquí. Tiene que seguir con la primera temporada de Silicon Valley y todas las que vengan después.