Discurso por el Día del Profesor
El miércoles uno de ustedes, de los alumnos, me preguntó en el patio por qué quise ser profesor. Como hago siempre con las preguntas serias, le respondí con una broma. Le dije que esa fue la única manera que encontré de no salir nunca del colegio. Porque claro, el mundo es tan grande, tan lleno de alternativas, de peligros, que uno no sabe por dónde empezar. Entonces yo opté por quedarme aquí, en un colegio. Más vale Infierno conocido, que Cielo por conocer. Él no me creyó nada y me dijo “no, dígame por qué quiso ser profesor”.
Mi segunda respuesta la dije más despacio porque era más en serio. Dije algo como: “soy profesor porque me gusta leer”. Súper nerd y, además, poco convincente. ¿Qué tiene que ver el gusto por la lectura con una sala de clases? Por eso agregué algo sobre leer acompañado. “Me gusta leer acompañado”, una cosa así. Y ahí creo que me fui. Me alejé del alumno antes de que se le ocurriera otra pregunta personal.
Y en realidad es eso. Me gusta leer acompañado, pero no como pasa en las bibliotecas, donde uno se sienta a leer rodeado de muchos lectores silenciosos, cada uno metido en su propio libro. Me gusta leer acompañado porque lo que me gusta es aprender acompañado. Me refiero a lo que pasa cuando dos personas saben cosas diferentes, empiezan a conversar y terminan sacando conclusiones que a ninguna de las dos se les hubiese ocurrido por sí solas.
Descubrí hace tiempo este gusto por el aprendizaje acompañado, cuando estudiaba en el colegio. Tuve profesores y compañeros de curso con los que me daba gusto aprender. Con mis amigos comentábamos discos de música, películas, juegos de computador y hablábamos de la vida en general. Nos quejábamos del colegio, de nuestros compañeros, de los profesores… Nos quejábamos de muchas cosas y terminábamos construyendo nuestras ideas sobre lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, lo que querríamos y evitaríamos en nuestras vidas.
También, estaría bueno decirlo hoy, aprendí muchas cosas con los profesores del colegio. Recuerdo a uno de Historia que en segundo medio me enseñó que la cultura era algo admirable y grande, mucho mayor que las clases, las guías y los libros del colegio. Después tuve a un profesor de Lenguaje que me enseñó algo fundamental: resulta que la cultura, además de grande y admirable, podía ser entretenida. Ese profesor lo pasaba muy bien en sus clases, presentándonos a escritores, obras de teatro, películas, compositores y todo lo que nos hiciera más grande el mundo.
Porque el aprendizaje acompañado hace eso, agranda el mundo. O sea que no era verdad cuando le dije a uno de ustedes que soy profesor para evitar un planeta demasiado grande, porque esa grandeza también puede estar en la sala de clases o en el patio del colegio.
No es fácil aprender acompañado. Es muy difícil. Para eso se necesitan al menos dos personas con ganas de aprender algo parecido. Y eso cuesta encontrarlo. Muchos se han acostumbrado a aprender solos, yendo de link en link, de video en video y de aplicación en aplicación a través de sus computadores y celulares. A lo mejor por eso funciona lo de los likes en facebook, porque cuando uno creía haber descubierto algo solo, aparece alguien más y te dice “bien, me gusta”. Al menos alguien valora tu descubrimiento. Aunque aprender acompañado sigue siendo otra cosa, algo que necesita una comunicación mayor, algo a lo que el comentario escrito con emoticón se acerca sin alcanzar a llegar.
Para eso está el colegio. Al menos, para eso vengo yo a este colegio. Para conseguir un difícil encuentro entre demasiadas personas, todas juntas en una sala, y aprender acompañado. Muchos días no resulta. Algunos alumnos prefieren aprender de sus compañeros, del diario, de sus celulares o de otras asignaturas. Otros no sienten el gustito de compartir descubrimientos y, por ejemplo, divididen los trabajos grupales y cada estudiante termina aprendiendo tan solitario como los lectores de la biblioteca que mencioné hace un rato. O tienen observaciones interesantes y terminan haciéndolas en privado en lugar de decirlas ante todo el curso. Pienso que ahí está nuestro gran desafío como profesores y también de ustedes como estudiantes. Justificar que estamos juntos en este colegio y, entre todos, conseguir eso que mí me hace tan feliz: aprender acompañado.