Sociedad

Contra el Viejo Pascuero

En un mundo ideal, uno que yo encontraría ideal, cada padre crearía a sus hijos una nueva mitología. (Si somos muy sutiles, podríamos decir que esto ya es así, pues cada persona que cría a un niño le transmite historias, imágenes y creencias que constituyen una manera específica de entender el mundo, comparable a una mitología.) Pero en nuestro mundo real, la mitología tiende a ser compartida por toda la sociedad, razón suficiente para reflexionar sobre ella. Pienso en personajes como el Ratón de los Dientes, el Conejo de Pascua y el Viejo del Saco. ¿Por qué se enseña a los niños a creer en ellos? ¿Qué idea del mundo les transmite? ¿Son beneficiosos o debiesen ser reemplazados por nuevos mitos?

El mito más vigente en esta época del año es el Viejo Pascuero, y yo estoy en contra de él. No de la Navidad ni los regalos, sino específicamente del Viejo Pascuero. Encuentro que habría que eliminarlo de nuestra mitología, que el mundo sería mejor sin ese personaje.

Como todos saben, el Viejo Pascuero es un hombre mayor por su edad y por el tamaño de su guata, alguien que pasa todo el año con el mismo uniforme rojo de bordes blancos y peludos con gorro del mismo estilo, cinturón negro de hebilla grande y botas. Dirige una fábrica de juguetes ubicada en el Polo Norte, donde solo trabajan enanos por una especie de discriminación positiva. Apoyado en sistemas que desconocemos, el Viejito pasa todo el año observando el comportamiento de los niños del mundo para premiar a los mejores con regalos que reparte en Nochebuena, montado en un trineo que vuela tirado por renos, casi siempre dibujando su silueta sobre una luna llena. Los regalos y el mismo Viejo acceden a cada hogar por su chimenea. Aunque pasa todo el año haciendo regalos, solo a principios de diciembre sabe qué quiere cada niño gracias a unas cartas y visitas a centros comerciales. Lo último permite suponer la eficiencia de su empresa, que lo deja estar lejos de ella en el mes de mayor trabajo. Hay quienes niegan esta suposición y sostienen que el Viejo Pascuero solo deja el Polo Norte la noche de Navidad y que los señores de los centros comerciales son dobles que trabajan como informantes.

¿Por qué me opongo a la existencia del barbudo filántropo? En primer lugar, porque es una gran mentira. Muchos adultos creen que estimula la imaginación de los niños y sus ganas de soñar, pero lo cierto es lo contrario. La imaginación se desarrolla cuando uno sabe que está imaginando. Sino es locura. Y las ganas de soñar tampoco se transmiten por lo mismo: los niños no saben que sueñan al creer en el Viejo Pascuero. Hay que despertar para saber que se estaba soñando, experiencia que nos decepciona cuando el sueño era agradable. Si queremos niños que desconfíen de sus padres y la sociedad en que viven, el Viejo Pascuero es un gran invento. ¿Pero lo necesitamos para conseguir ese fin? El mundo de los adultos se merece por sí solo la desconfianza de los niños, sin el apoyo de ninguna mentira intencionada. Y si se trata de enseñar mentiras, las religiosas son mucho mejores porque las transmiten personas que sí creen en ellas. ¿Quieren mostrar la magia de soñar? Entonces lleven a un niño a un funeral religioso, donde la gente se reúne a creer que el muerto que todos ven muerto en realidad no lo está y se pide por él a Dios, un personaje invisible.

No intento oponerme a las explicaciones mitológicas del mundo. De hecho, quiero defenderlas. Me parece muy bien creer que todas las arañas fueron una tejedora castigada por su orgullo, que las moras son de ese color porque unos amantes murieron junto a su árbol e incluso que ciertos embarazos difícilmente justificables se deben al mágico aliento de un personaje feo que anda por los bosques. Me gustan esas historias porque son bonitas o explican algo. ¿Qué explica el Viejo Pascuero? Nada. Solo se explica a sí mismo. Los niños reciben regalos porque existe el Viejo Pascuero. Tampoco hay una historia bonita. A lo más un par de imágenes que la televisión y la publicidad han usado demasiado.

Por último habría que revisar si el Viejo Pascuero deja alguna enseñanza positiva, la más baja de las defensas que un mito puede tener. Está la idea de que portándose bien cada niño será premiado con regalos. Es positivo que un niño se comporte correctamente, ¿pero por obtener una recompensa material a cambio? ¿Qué será de ese niño el resto del año? ¿Qué será de ese niño cuando sepa que el Viejo Pascuero no existe? Si los padres quieren educar a sus hijos en base a premios y castigos, no necesitan de un personaje diferente a ellos mismos. ¿Por qué no mostrar con regalos que los padres agradecen ciertas conductas? Aunque suene a capitalista meritocrático, me parece bien enseñar que las cosas uno se las tiene que ganar, pero no porque nuestro comportamiento sea observado por una fuerza superior del Polo Norte, sino porque entre las personas reales somos así. La amistad produce gestos amistosos para el buen amigo, los más generosos terminan recibiendo un mejor trato a cambio. Este dios terrenal que premia a los niños buenos es innecesario porque el premio lo obtienen naturalmente de las personas que los rodean y de la propia satisfacción que sentimos al haber actuado bien.

En conclusión, considero que el Viejo Pascuero es una mentira que no estimula la imaginación y que enseña algo que no merece ser enseñado, desconfiar. Es un mito que no explica nada, sino que complica innecesariamente la realidad sin siquiera añadirle algo de belleza. Es un personaje que no enseña nada positivo, que sería mejor eliminar y reemplazar por la magia que siempre han tenido los regalos dados entre personas comunes y corrientes.

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