Educación, Libros

Un Quijote para reírnos juntos

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Miguel de Cervantes cuenta que un día, en el mercado de Toledo, un muchacho le ofreció unas carpetas y unos papeles viejos escritos en árabe. Como le gustaba leer de todo, incluso “los papeles rotos de las calles”, se interesó en esas páginas de caracteres árabes, que “aunque los conocía no los sabía leer”. Por eso buscó un intérprete que tradujera del árabe al español. Encontró a un árabe bilingüe, le puso el libro en las manos, él lo abrió en una página cualquiera y “leyendo un poco en él, se comenzó a reír”. Cervantes le preguntó lo que todos querríamos saber en su lugar: ¿De qué te ríes? ¿Qué cosa graciosa me estoy perdiendo? ¿Me cuentas el chiste para reír contigo?

Los papeles contaban la historia de don Quijote de la Mancha, de la cual Cervantes solo conocía los primeros capítulos, sin saber dónde encontrar los siguientes. Los tenía al frente suyo, escritos con letras que él conocía sin saber leerlas. Naturalmente, para compartir las risas del intérprete, Cervantes le pidió que tradujera todas las páginas, que compró por poco dinero. Para facilitar la traducción, se llevó al árabe a su casa, donde trabajó un mes y medio a cambio de doce kilos de pasas y cincuenta kilos de trigo. Finalmente pudo saber cómo seguía la historia y reír con todas sus partes graciosas.

Aunque el libro fue publicado en español, muchos hablantes de esa lengua experimentan actualmente lo que le pasó a Cervantes: conocen las letras del Quijote, pero no las saben leer. En los colegios pasa todo el tiempo. Profesores que aprendieron a leer el libro en la universidad, lo abren frente a sus alumnos y se ríen solos, ante personas que se quedan esperando una explicación. Los profesores dan a entender que no es tan difícil, que todos podemos leer y disfrutar el Quijote con paciencia y ganas de leer los glosarios y las notas al pie, inexplicables para un autor que quería dar su historia “monda y desnuda”, sin añadiduras.

El profesor Pablo Chiuminatto formó y coordinó un equipo de diez intérpretes que demoró cuatro años, treinta veces más que el árabe, en volver gracioso y comprensible un libro que no se entendía sin subtítulos. Sacrificamos las voces originales para conseguir una versión doblada al español de América que se lee sin bajar la vista, con los ojos concentrados en la acción y los personajes. Quisimos que la historia volviese a ser como la describió el bachiller Sansón: “tan clara, que los jóvenes la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran”. Por eso la abreviamos, convirtiendo un libro de mil cien páginas en uno de 574, con letras más grandes y márgenes más anchos.

Nos repartimos los capítulos de las dos partes del Quijote. Cada intérprete se encargó de reducir, simplificar y volver amigables esos capítulos, que luego hicimos rotar para que todo el trabajo fuera revisado entre nosotros. De esta manera se unificaba el estilo, aunque la versión definitiva de ese esfuerzo quedó a cargo del profesor Chiuminatto, que editó el conjunto para asegurarse de que constituyera un libro unitario. Finalmente, cuando el libro estuvo listo para mandarse a imprimir, cada colaborador revisó un conjunto de páginas, corrigiendo erratas y resolviendo los últimos malentendidos del texto.

Para mostrar el resultado, tomo un ejemplo del relato que cité al principio, comparando las dos versiones.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha El Quijote
“…vile con carácteres, que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese, y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó uno”. “…vi que tenía letras del alfabeto árabe. Como no sabía leerlas, busqué a alguien que me las tradujera y, por suerte, encontré un intérprete”.

Quizás algún lector lamente la pérdida del morisco aljamiado, que no era exactamente un árabe, sino un musulmán que hablaba una lengua extranjera como el castellano. Otro podrá echar de menos la mención al hebreo, que por ser la lengua del Antiguo Testamento se consideraba la mejor y más antigua. Un tercero necesitará una frase significativa que solo encontrará en el original, como la que cité al principio, “aunque los conocía no los sabía leer”. En definitiva, para los lectores minuciosos, interesados en los detalles más precisos de cada frase, será mejor leer la versión original.

Pero también hay otro tipo de lectores, aquellos interesados en el panorama completo, la globalidad de una novela que antes de ser materia de estudio fue una historia entretenida para que “el melancólico se mueva a risa, [y] el risueño la acreciente”. Para ellos trabajamos en este Quijote abreviado.

Ambos tipos de lectores son compatibles en una misma persona: hay días en que prefiero reflexionar sobre un diálogo específico del Quijote y otros en que me interesa seguir la sucesión de sus aventuras. Para esas dos maneras de leer, ahora hay dos libros, el Quijote antiguo y el adaptado. La comunidad de lectores, que no siempre coincide en una sola persona, ahora cuenta con más vías de acceso a la misma historia. Uno y otro tipo de lectores podrán encontrarse en un diálogo sobre las mismas aventuras de los mismos personajes y podrán, como quería Cervantes ante el morisco aljamiado, reír al mismo tiempo.

El libro se puede encontrar en librerías, encargar a Ediciones UC o conseguir como e-book para el Kindle.

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Cartas muertas para Ángela

(Por respeto a Ángela, desenfoqué su imagen.)

Por respeto a Ángela, desenfoqué su imagen de Tinder.

19-10-2014 11:52
Eres mi primer match. Aunque esta sea nuestra última conversación, aunque ni siquiera me respondas, siempre te recordaré como mi primer match (¿se dirá así? Ahora que lo digo por segunda vez me surgen dudas).

26-10-2014 22:18
Le he hablado a mucha gente de ti. Les cuento que mi primer match fue con una Angélica que nunca me respondió. Ahora tengo un dato que vuelve aun más dramática nuestra historia: estás a 1773 kms. de distancia.

28-10-2014 23:19
Me pasó algo ridículo. Quise mostrarte lo mucho que me importas grabando una canción sobre ti, pero terminé cambiando la única palabra tuya que conozco: tu nombre. Al igual que en mi último comentario, te llamé Angélica en lugar de Ángela. La canción se puede escuchar en http://soundcloud.com/elvenegas/angelica

31-10-2014 11:21
Un párrafo de la novela ‘Océano mar’ de Alessandro Baricco: “Bartleboom tiene treinta y ocho años. Él cree que en alguna parte, por el mundo, encontrará algún día a una mujer que, desde siempre, es su mujer. De vez en cuando lamenta que el destino se obstine en hacerle esperar con obstinación tan descortés, pero con el tiempo ha aprendido a pensar en el asunto con gran serenidad. Casi cada día, desde hace ya años, toma la pluma y le escribe. No tiene nombre y no tiene señas para poner en los sobres, pero tiene una vida que contar. Y ¿a quién sino a ella? Él cree que cuando se encuentren será hermoso depositar en su regazo una caja de caoba repleta de cartas y decirle: Te esperaba”.
Nuestro monológico diálogo se irá convirtiendo en mi caja de caoba. Podrás leer sus mensajes en silencio, podrás cansarte y bloquearme de Tinder o podrás responderme y volver dialógico el monólogo. Yo solo seguiré un consejo del mismo libro: “Escribir a alguien es la única forma de esperarlo sin hacerse daño”.

31-10-2014 16:57
Me ha pasado muchas veces en la calle. Veo a una mujer bonita con el rostro cubierto, me acerco y cuando llego a verle la cara, siempre es menos bonita de lo que me había imaginado. ¿Solución? Dejar de imaginar o incluso de mirar, pasearme sin expectativas por la calle. Pero uno no decide esos impulsos imaginativos… Te hablo de esto para protegerme, porque existe la posibilidad de que te esté imaginando con un rostro mejor del que realmente tienes. Más precisamente, con una voz mejor, más perfecta, porque prácticamente lo único que conozco de ti es tu rostro. ¿Cómo será tu voz? ¿Cómo la estaré imaginando? Ahora no puedo saber o decirlo. Cuando me hables veré si coinciden o no mis expectativas con la realidad.

1-11-2014 8:30
Un amigo me preguntó si yo seguía escribiéndote inspirado en la canción “Querido Tommy”, que yo no conocía. Le dije que mi inspiración es el Quijote, un hombre que dedica batallas y versos a una mujer imaginaria. Cuando Sancho escucha una descripción del Quijote sobre el amor hacia Dulcinea, le responde: “Con esa manera de amor he oído yo predicar que se ha de amar a Nuestro Señor, por sí solo, sin que nos mueva esperanza de gloria o temor de pena”. Así te sigo escribiendo, como lo haría un religioso a un dios que no da señales de existencia. Mario Benedetti dijo: “No sé si creo en Dios. A veces imagino que, en el caso de que Dios exista, no habría de disgustarle esta duda. Los elementos que él mismo nos ha dado no son en absoluto suficientes como para garantizarnos ni su existencia ni su no-existencia”. Yo sigo creyendo en ti, aunque no me des elementos que garanticen tu existencia.

3-11-2014 9:40
“Que las Musas son de naturaleza divina ajena a los hombres, lo testimonia Plutarco de modo rotundo cuando señala que los santuarios de las Musas están situados lo más lejos posible de las ciudades”. Encontré esto en un libro de Walter F. Otto que me interesó por su título: ‘Las musas y el origen divino del canto y del habla’. Desde que te encontré, desde que Tinder nos encontró, no he hecho otra cosa que hablar y cantarte. Te has convertido en mi musa. En el fragmento que copié se dicen algunas ideas que también coinciden contigo: la naturaleza divina ajena a los hombres (sobre todo esto último, ajena a los hombres. Si hay algo que no me pertenece en el mundo, eres tú) y la distancia de las ciudades. ¿Por qué viajas tanto, Ángela? ¿Adónde vas cuando Tinder me cuenta que nuestra distancia aumenta y disminuye? Ahora nuestra separación es de 5 kms., pero sé que en cualquier momento volverá a ser de 500. Eres inalcanzable y por eso me inspiras, por eso sigo escribiendo y cantando en tu nombre.

4-11-2014 9:15
Una novela de Alejandro Zambra dice dos veces que “El libro sigue hasta que ella vuelva o hasta que Julián esté seguro de que ya no va a volver”. Este libro, este diálogo de a uno, también termina cuando tú aparezcas o cuando yo esté seguro de que no aparecerás. Ahora estoy seguro. ¿Por qué comparar este breve diálogo con un libro? Porque escribir a una desconocida que no responde se parece demasiado a escribirle a un lector, a escribir un libro cuyo autor no sabe quién lo leerá.
Antes de conocer a la mujer que todavía no vuelve, Julián escribía pensando en ella, “en el fantasma de ella mirándolo escribir”, hasta que un día decidió llamarla. Yo no haré eso. Aunque podría buscarte en internet, aunque podría llegar a llamarte, no lo haré. Esta historia termina aquí, cuando estoy seguro de que no me vas a responder, cuando desinstale Tinder y este match haya sido, para mí, el primero en empezar y el último en terminar.

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Ser el Quijote por no querer serlo

En una clase sobre el Quijote donde pedí a los alumnos que dijeran todo lo que sabían de él, uno contó que cuando chico vio una película del Quijote que lo impactó mucho. Lo que lo impresionó fue el momento en que se muestra que por leer muchos libros de caballerías, a Alonso Quijano “se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio”. El alumno decía, y yo quiero creerle, que al ver eso empezó a tenerle miedo a los libros y que dejó de leerlos. En la mente le quedó la imagen del cerebro que se seca de tanto leer.

¿Por qué quiero creerle? Porque es una lectura muy quijotesca del Quijote, la cual, fallidamente, busca diferenciar al lector del personaje. Para no volverse loco, mi alumno dejó de leer libros, pero lo hizo por leer quijotescamente una película. Porque la película le dijo que los libros podrían volverlo loco, cometió la locura de dejar de leer libros. Igual que el Quijote, el alumno no sabe que tomó la ficción por realidad, que leyó como un loco.

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Si Alonso Quijano hubiese sido escritor

Imitando Un problema de Borges, propongo algunas preguntas a partir de un fragmento del Quijote. Los amigos del copyright podrán ayudarme a encontrar otras personas que hayan tratado este asunto.

En el primer capítulo del Quijote, Quijana (Alonso Quijano en capítulos posteriores) alababa en un autor de novelas de caballería “aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra como allí se promete”.

Antes de protagonizar una novela, Quijana pensó en escribir el final de otra. ¿Qué hubiese pasado si lo escribía? Quizá, fascinado con la posibilidad de realizar sus sueños a través de la pluma, en textos que le hubiesen parecido tan reales como los que leía, no habría necesitado salir de su casa a vivir las aventuras que hubiese tenido redactadas. Quizá, al descubrir el poder de la imaginación literaria, se habría dado cuenta de que la literatura puede no tener ninguna relación con la realidad y que, por tanto, los libros que él leía podían ser tan falsos como los que no llegó a escribir. Con este hallazgo, Quijana no se hubiese vuelto Quijote porque no se hubiese vuelto loco.

El fragmento citado permite otra pregunta: ¿se habrá inspirado Alonso Fernández de Avellaneda en el deseo no realizado de Quijana para darle fin al primer Quijote? Sumando estas preguntas, surge una final: ¿se habría vuelto Avellaneda un Quijote real si no hubiese escrito su apócrifa versión?

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Lecturas de Quijotes y venteros

En el capítulo III de la primera parte del Quijote, este personaje explica que no lleva dineros “porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído” (42). El ventero que lo armará caballero le hace ver su error, pues a pesar de que “en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores de ellas que no era menester escribir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron” (43). La discusión opone dos maneras de leer: la literal del Quijote y la más abierta a suposiciones del ventero. La segunda, que rellena los vacíos del relato, se descubre más sensata mientras no se abuse de ella.

Este abuso es justamente el error de don Quijote al momento de leer la realidad, pues en lugar de aceptar lo literal, lo que los sentidos perciben, él rellena con suposiciones los espacios que considera vacíos si no contienen elementos caballerescos. “Todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído” (36). En este punto, el ventero nuevamente se muestra más sensato, pues aunque vive según una lectura literal de la realidad, tiene la capacidad de “seguirle el humor” (42) a don Quijote, fingir que las cosas son como en los libros, pero no por locura, sino “por tener que reír aquella noche” (42). Al ordenar caballero a don Quijote, el ventero se divierte porque sabe que juega en una ficción, mientras don Quijote lo vive todo en serio porque cree que la ficción es la realidad.

Esta oposición entre los dos personajes aparece en el segundo y tercer capítulo de la primera parte, cuando casi no conocemos al protagonista de la novela. Al diferenciarlo del ventero, el lector descubre rápidamente en qué consiste la locura que sostiene las aventuras de don Quijote: lecturas demasiado literales de los libros y abusivamente inferenciales de la realidad.

Edición citada:

Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Lima: Alfaguara, 2007.

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