Educación, Libros

Los pasos de la mente cuando lee

Aunque soy profesor de Lenguaje desde hace diez años, todavía no sé cómo aprendí a leer ni qué hace mi mente cuando estoy leyendo algo. Esto es grave: ¿cómo puedo enseñar algo que no entiendo? Mi solución a esta pregunta empezó por Google, siguió con una lista de lecturas recomendadas por la Universidad de Cambridge, pasó por un artículo genial que sintetiza en 40 páginas gran parte del conocimiento actual sobre el tema y terminó en un libro que las autoras citaban con admiración: La mente lectora de Daniel Willingham.

El autor es un psicólogo cognitivo que de entrada me cae bien porque tiene otro libro con el título: ¿Por qué a los niños no les gusta ir a la escuela? Es decir, un autor que se está haciendo las preguntas importantes, las que los profesores deberíamos responder para trabajar mejor.

En este caso, su pregunta es la que dije al principio: ¿qué hace nuestra mente cuando estamos leyendo algo? El libro organiza su respuesta a partir del siguiente esquema, que va completando en cada capítulo. Veamos si consigo resumirlo a continuación en seis pasos.

1. Letras. En nuestro sistema de escritura, lo primero que debemos aprender son las letras y sus sonidos. Los lectores estamos tan acostumbrados a esto, que olvidamos lo difícil que a los niños les resulta dividir lo que decimos en sus unidades mínimas (la conciencia fonológica). Para hacerse una idea, sirve escuchar un idioma que no conozcamos (el alemán, el japonés) y tratar de escribir lo que dicen. Posiblemente ni siquiera acertemos a dividir las palabras donde corresponde. Es lo que le pasa a los niños cuando están aprendiendo a traducir las letras en sonidos.

2. Ortografía. Pero entonces, cuando lo consiguen y adquieren algo de práctica, los lectores se acostumbran a reconocer las palabras más comunes y dejan de leerlas letra por letra. Por eso necesitamos el corrector del computador para encontrar nuestros errores, porque nos acostumbramos a dejar de verlos. Y por lo mismo es tan importante escribir con buena ortografía, para ahorrarle a los lectores el esfuerzo de identificar una palabra extraña y tener que leerla letra por letra hasta adivinar qué palabra se quiso escribir.

3. Significados. Reconociendo letras y palabras, ya empezamos a ver significados. Esto es literalmente así. Cuando leemos la palabra “patear”, nuestro cerebro activa la zona que mueve nuestra pierna. No solo imaginamos la patada, sino que incluso nos disponemos a realizarla. Además, ver los significados es activar redes de conceptos asociados. Por ejemplo, en Chile el verbo “patear” significa “golpear con el pie”, pero también “terminar un noviazgo”. Según el contexto, uno u otro sentido de la palabra será más relevante, pero la mente activa ambos mientras decide cuál aplicar. Mientras mejor conozcamos una palabra, más conceptos se activarán al pensar en ella y así estaremos mejor preparados para entenderla en su contexto. En esto consiste tener un vocabulario profundo.

4. Oraciones. ¿Cómo entendemos una oración? En parte, apoyados en la sintaxis, que nos permite identificar que este párrafo empezó con una pregunta y que continuó con una respuesta incompleta (“en parte…”). Por otra parte, precisando los significados de las palabras según el contexto. Si no conocemos el 98% de las palabras en un texto, leerlo nos hará sentir incómodos porque no lo entenderemos. Claro que podemos buscar las palabras en un diccionario, pero eso volverá agotadora la lectura y quizá decidamos abandonarla.

5. Red de ideas. Nadie recuerda las oraciones palabra por palabra. Nos quedamos con sus ideas generales, cuya relevancia vamos evaluando al avanzar con la lectura. Leemos adivinando hacia dónde nos llevará un texto. Esta adivinanza se basa en las ideas de cada oración, conectadas en una red. Con esto surge una nueva exigencia: no es suficiente conocer las palabras, también hay que tener conocimientos generales sobre el tema del texto. Por ejemplo, alguien que no sepa nada de gramática se habrá perdido en el punto 4 de este texto, pues requería saber qué son las oraciones y que la sintaxis ayuda a estructurarlas. La importancia de los conocimientos generales explica un triste fenómeno: hasta cuarto básico, los niños tienen un éxito equivalente en las evaluaciones de comprensión lectora, pero entonces, cuando la lectura se vuelve más compleja porque empieza a exigir más conocimientos previos, surge la brecha entre los niños con más y menos dinero.

6. Modelo de situación. Finalmente, lo que buscamos con esa red de ideas es una visión general sobre lo que leímos, una como la que mi texto ofrece en solo 2 páginas a partir de un libro que tiene 200. Lo importante es que esta situación es modelada gradualmente por los lectores, tal como pasaba con la red de ideas. Podemos leer la historia de un personaje que está vivo, hasta leer que atraviesa una pared y descubrir que es un fantasma. Estas sorpresas solo pueden ser disfrutadas si estamos llevando en nuestra mente un resumen global de lo que leemos. Para ese resumen, nuevamente, es necesario tener conocimientos previos, como que los fantasmas atraviesan las paredes.

De este resumen podemos obtener algunas conclusiones prácticas. Para leer mejor, nos ayuda tener una buena ortografía, un vocabulario amplio y profundo, conocimientos sobre diversos temas y cierta práctica procesando redes de ideas y formulando modelos de situación. En definitiva, para leer mejor hay que leer mucho, algo que muchos intuimos desde antes de leer a Willingham, pero que él nos ayuda a precisar en qué consiste.

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